Monday, May 29, 2006

El Elfo de Miracus

Un murmullo de cánticos religiosos empezó a resonar en los salones, llenando cada espacio de cada rincón y mientras más se extendía, mayor era el número de voces que se unían al coro.

No teníamos mucho tiempo antes que mi compañero y yo cayéramos en los influjos de los rezos que empezaban ya a penetrar en nuestras mentes y voluntades.


¡Boom!


Empecé a sentir cómo mi cuerpo ya no respondía a mis comandos y empezaba a ser presa de una horrible rigidez. Lorgar aún luchaba con ahínco balanceando su hacha de un lado a otro, pero también podía notarse que sus movimientos se volvían cada vez más torpes.


¡Booom!


Los cantos crecían cada vez más. Yo estaba completamente inmóvil mientras observaba con el rabillo del ojo al enano que no se daba por vencido soltando gritos elogiando a sus ancestros, mismos que se apagaban bajo un cúmulo de clérigos que se abalanzaban sobre él. Ya faltaba poco para que nos dominaran completamente, sin algo que rompiera su concentración estábamos acabados.


¡¡¡BOOOOOM!!!


Un rayo de luz nos iluminó y recobramos las fuerzas cuando la puerta principal del templo se desprendió de sus bisagras y cayó aplastando a unos cuantos sacerdotes. Una silueta triunfal apareció donde antes se encontraban las pesadas planchas de metal; el Tonto, conducido por Miruvore, había logrado irrumpir en el recinto rompiendo el canto y debilitando así el influjo que tenía el hechizo sobre nosotros.

Lorgar y yo nos abrimos paso entre los confundidos fieles que no sabían que hacer y, junto con el Golem y Miruvore salimos del templo tan rápido como nos permitían nuestras piernas.

“Miru, te dije que cuidaras a Atei, ¿dónde lo dejaste?” – grité mientras bajábamos las escaleras de mármol, aún sin disminuir el paso.

“¿Atei?, ah si, mira, es una historia muy curiosa…”

“¡Miruvore!” – interrumpí.

“… ¡Ya! ¡ya!, no me grites, mira, cuando bajé con Atei hasta donde estaba el Tonto me encontré con un ladrón que quería desarmar al Tonto, pero no era un ladrón, era mi viejo amigo Logan que seguro estaba sólo viendo la increíble ingenie-no-se-que del Tonto, porque Logan nunca me robaría algo a mí, su viejo amigo de la infancia, de cuando éramos chiquitos; y bueno, entonces lo saludé y platicamos y nos íbamos a poner a contar historias de que ha pasado con nuestras vidas y de que yo no tengo vacaciones cuando Atei nos interrumpió diciéndonos que tu estarías en problemas, entonces le pedí a Logan que cuidara a Atei, agarré al Tonto y vinimos a rescatarte” – Miruvore esbozó entonces una gran sonrisa en su rostro.

Para estos momentos ya corríamos entre las callejuelas sin rumbo fijo hasta que, cuando estaba por preguntarle a Miru por su amigo, de repente y de sorpresa, un elfo de orejas puntiagudas abrió una puerta y nos dijo que entráramos a una de las casas.

Cerrando la puerta tras nosotros el elfo nos condujo hasta un cuarto donde, bajo unos barriles de madera falsos, descubrió una trampilla en el suelo.

“Mi nombre es Logan, éste túnel llega hasta las afueras de la ciudad, síganlo y no correrán más peligro. Su amigo el viejo los espera a unos cien metros por el túnel.” – dijo el elfo mientras cada uno bajaba por la trampilla.

“Has sido muy amable Logan, espero que pueda pagarle su ayuda con prontitud.” – le respondí mientras bajaba yo por las escalerillas de madera.

“Yo también y por eso iré con ustedes.” – y cerro la escotilla tras de sí.

Icn Imhaet

Friday, May 19, 2006

La Huida Interrumpida (cont.)

Un oscuro y llano cielo se extendía frente a mis ojos. Pequeñas estrellas bailaban en la bóveda celeste sin música aparente. El sonido fue ganándole el lugar al silencio rápidamente en una ola de caos y palabras ahogadas en el viento en frases que no lograba estructurar.Una gigantesca sombra cubrió mi visión instantes antes que las palabras que resonaban a lo lejos cobraran sentido.

“¡Imahet, moveros!"

Reaccioné justo antes que un enorme pie de granito color gris me convirtiera en jalea de semielfo. “¡Miru, sal de aquí y llévate al Oráculo a un lugar seguro!” – mi voz se oía entrecortada, la cabeza me dolía y la sangre empezaba a nublarme la vista. Había perdido el conocimiento por un breve momento después de la caída que sufrimos el enano y yo.

Miré a mi alrededor, una gran parte del santuario se encontraba destruido, la mitad del techo había colapsado y la otra mitad amenazaba con seguir sus pasos. Los dos golems seguían de pie y no mostraban ningún cambio en sus deseos de matar, aplastar, destruir a los profanadores del sagrado recinto.

“¡Por la gloria de Kazha-Bur, prueben el filo de mi hacha engendros de la magia!” – Lorgar vociferó en un temible grito de batalla mientras se lanzaba, hacha en mano, contra el golem más cercano a él. Saqué la espada, estaba rota. ¡La espada del Capitán del Ejército de la Oscuridad rota por una caída!, guardé la empuñadura y voltee hacia arriba para encontrarme la cara del monstruo ese – “No fue por una simple espada que me convertí en comandante de un ejército de semielfos.” – pensé para mis adentros. Tomé mis firlags (una especie de picos sujetados por un mango) y salté hacía adelante.

Escalé por las pequeñas grietas en la piedra, hasta la cabeza del primer golem en el momento justo en que Lorgar logró colocar al segundo en posición, el resto fue historia para aquellas estatuas sin mente.

El segundo golem, al verme tan cerca de él no resistió en lanzar un golpe con todas sus fuerzas en mi dirección. Mala fue su suerte cuando yo, habiendo anticipado su movimiento, brinqué hacia el suelo ocasionando que el golpe diera justo en la nuca del primero, rompiéndola en miles de fragmentos de granito que volaron en todas direcciones; en ese momento mi querido enano logró conectar y desquebrajar de un certero hachazo al descuidado monstruo causando que perdiera el balance y ambos cayeran estrepitosamente a la fosa en medio de la cámara provocando la inminente destrucción de ambos.

“Muy bien hecho Lorgar" - dije mientras recuperaba el aliento.

“No son necesarias las felicitaciones mi querido Imhaet, ese monstruo sabía que no tenía oportunidad contra el filo de mi acero.” – el enano estaba satisfecho con su victoria.

Nos dirigimos al único corredor por donde podíamos salir tan rápido como pudimos, no nos detuvimos a mirar atrás, un doblez a la derecha en la última esquina y saldríamos de ahí sin más contratiempos. Me aferraba al mapa mental que había hecho la primera vez que entré al Templo mientras urgía por la salida ya a unos cuantos metros de nosotros.

Sin embargo, en el último giro nos detuvimos en seco. Unos doscientos fieles vestidos de rojo con adornos flameantes en sus túnicas nos cerraban el paso. No dejarían que saliéremos de ahí con vida.

...

Icn Imhaet

Wednesday, May 10, 2006

La Huida Interrumpida

Los minutos parecieron eternos mientras reflexionaba conmigo mismo, si mis ojos no me engañaban, delante de mí estaba una de las leyendas mas importantes; y si el poderoso Atei se encontraba vivo, entonces es posible que los otros cuatro guerreros legendarios también.

Sin embargo debíamos movernos rápido, debíamos sacarlo del templo lo más rápido posible. “Mi señor, debemos sacarlo de aquí cuanto antes, ¿conocerá Ud. algún medio de transporte que nos pueda ayudar en nuestra tarea?” – dije en voz baja.

“Mi joven amigo, estoy muy viejo y cansado para poderlos ayudar, además las ropas que traigo no me permiten utilizar mis rezos…” – Que tonto fui, tenía que decírmelo para entonces notar que sus ropajes servían como cadenas mágicas muy poderosas, y no habría modo físico para poder quitárselas. - “… sin embargo, si puedo ser de utilidad, entonces le diré esto… ¡agáchese ahora!” – quedé estático por unos segundos hasta que de pronto, un horrible estruendo sacudió el salón donde estábamos, y grandes cantidades de piedras volaron por los aires esparciéndose por toda la estancia.

“¡¿Por Reorx, qué diantres ha sido eso?!” – dijo Lorgar agarrando su hacha con ambas manos y fijando los pies al piso.

“Son los guerreros de piedra en el corredor principal, se activaron al abrir la armadura y vienen por ustedes”.

“¡Déjenlos entrar, verán de lo que es capaz un enano con un hacha de dos metros!” – vociferó el enano. Era claro que no podríamos sacar a Atei por donde entramos antes de que los golems derribaran la puerta por completo.

“Mi señor, he contado cuatro cuando entré, ¿cuántos son ahora?” – pregunté. “Son sólo dos, entrarán en un par de minutos, pero los sacerdotes ya están despiertos y vienen en camino”.

Debíamos actuar rápido, el elfo subió rápidamente por la cuerda en lo que yo ataba al Oráculo al otro extremo y el enano atrancaba la puerta con la armadura-prisión. Hubo un tirón en la cuerda, le grité a Lorgar y segundos después los tres éramos despedidos por el aire gracias a un Golem que corría con el otro extremo de la cuerda.

Llegamos al techo justo cuando la puerta se hizo añicos con un gran estallido. Dos enormes figuras de piedra cruzaron el resquebrajado umbral buscando a aquellos que habían interrumpido el habitáculo sagrado. Parecía que habíamos logrado escapar cuando una espada de piedra emergió del piso cortándonos el camino al enano y a mí, y provocando que se derrumbaran las piedras debajo de nuestros pies.

Icn Imhaet