Thursday, December 22, 2005

El Oráculo de Miracus

No hay en todo el mundo ciudad semejante a Miracus, situada al centro del continente y rodeada casi enteramente de un desierto despiadado para quien tenga la desdicha de perderse en él, es sin dudad una ciudad de tonos dorados y rojizos sumergida en misticismo y envuelta en un manto de extraña esperanza.

A este oasis llegan diariamente humanos, elfos y enanos provenientes de hasta los últimos rincones de la madre tierra, con la esperanza de ver al Oráculo y hacerle una sola pregunta que podría mejorar sus vidas, corregir sus males, o simplemente conocer lo que el futuro les depara. No hay muchos caminos que lleguen a la ciudad y, sin embargo, se ven continuamente transitados por cualquier clase de personajes imaginables: trabajadores de tierra o metal, caballeros, bardos y hasta nobleza. Entre todos ellos íbamos nosotros, Miruvore y yo en nuestros caballos y el enano guiando la carreta donde llevábamos, cubierto por una gruesa manta, al golem.

Para mi es la primera vez que visito este sitio pues los altos magos del senado nunca han deseado inferir acerca de algún oráculo y sus haberes, y a diferencia de las ciudades que conozco, ésta no posee una muralla o empalizada que la proteja contra algún tipo de atacante. Uno puede deambular por donde deseé, sin embargo me enteré posteriormente que hay lugares donde uno no desearía deambular.

Las calles y pasajes principales se encuentran invadidas de mercaderes que ofrecen hasta los objetos más bizarros, se venden toda clase de vegetales, especias, animales (vivos o muertos), armas, pociones, brevajes y artefactos de dudosa procedencia. Todo aquí tiene un precio y el regateo es la lengua más común, es posible bajar hasta una tercera parte un objeto de su precio original.

Pero lo más espectacular es el Templo del Oráculo, situado al centro de la ciudad sobre un monolito de piedra, aún desde lejos se yerguen majestuosamente sus columnas de mármol con incrustaciones de oro y marfil por sobre los techos de madera de las pequeñas casas de dos o tres pisos que lo rodean.

Conseguimos alojamiento en un pequeño hostal cerca del templo, y pasé la tarde averiguando todo lo que pude para poder visitar al oráculo lo antes posible, mientras que Lorgar hacía un reconocimiento más profundo de la ciudad y Miruvore cuidaba al Tonto.

Por la noche compartí con mis compañeros la información adquirida, después de escuchar cuidadosamente el análisis de Lorgar sobre la arquitectura del lugar y discutir sobre sitios estratégicos en caso de contingencia. Resulta que una audiencia con el oráculo no es cosa simple, en primer lugar es necesario presentar una ofrenda, de la cual según tengo entendido disponen los diversos sacerdotes que viven en el templo, otro dato: dependiendo del tamaño de la ofrenda es el trato que uno obtiene por parte de ellos y las posibilidades de hablar con el oráculo, ¡aún con una carta firmada por el Rey Loren II con ordenes de otorgarme un pronto paso!; también es norma que sólo una persona del grupo puede llegar hasta el oráculo, sin excepción alguna, y ésta persona puede solamente hacer una única pregunta de cuya contestación, sea cual fuere, será definitiva. Por último, el grupo podrá volver a ver al oráculo hasta dentro de un periodo no menor a cuatro lunas binacientes para una nueva audiencia.

Hoy me recuesto sobre un tapete en el piso sin poder dejar de reflexionar en cuales serán las mejores palabras para presentar nuestras incertidumbres.

Icn Imhaet