Tuesday, January 24, 2006

Revelaciones...

El eco de esa voz resonó por largo tiempo en la amplia cámara mientras mi cuerpo permanecía estático, haciendo parecer que había sucumbido ante un hechizo. Sin embargo, detrás de la poderosa voz que retumbaba en la habitación, había un rastro de desesperación.

“Las estrellas te favorecen y tus amigos esperan así que, ¿cuál es tu pregunta?” – Las palabras me hicieron reaccionar del trance en el que me encontraba, miré otra vez la figura y respiré profundamente, éste era el momento. – “¿Dime, Oráculo de Miracus, en dónde puedo encontrar a los Cinco Caballeros, los Héroes Olvidados?” – Finalmente las palabras salieron de mi boca, mientras las oía una y otra vez en mi cabeza; los segundos se convirtieron en horas mientras esperaba con ansia la enigmática respuesta. Fue ahí que me di cuenta que me encontraba nervioso por una creencia que no compartía; los oráculos nunca significaron algo para mi pueblo, que los veíamos con desprecio por ser todos unos charlatanes, sin embargo había algo aquí que era diferente, que vivía en la habitación y me envolvía bajo la luz del sol, un sentimiento a la vez de calma, a la vez abrumador.

- “Más allá de cuentos y leyendas, historias y canciones, los Cinco Héroes fueron alguna vez hombres, pero ya no más. Hijo de los Icnaí, las respuestas que buscas se encuentran frente a ti, sólo necesitas quitar lo que tienes ante ti y ver más allá” –

El trance en el que me encontraba fue roto por el pequeño clérigo que me tomó del brazo para sacarme de la cámara. – “Hay más gente esperando afuera.” – me reclamó, yo no podía dejar de ver la armadura incrustada en la piedra.

Recorrí el mismo camino por el cual había entrado, hasta llegar donde mis compañeros, les dije que tomaran sus cosas y nos fuimos de ahí rápidamente. Tomamos una mesa en la taberna de una de las posadas cercanas. El grupo me veía de forma extraña, pasé toda la tarde bebiendo cerveza sin decir una palabra. Finalmente, después de que Lorgar ganara unas monedas venciendo en fuerza a cuanto humano había en la taberna y de que Miruvore tratara de enseñarle al Tonto a cantar ambos se acercaron a mí inquisidoramente.

“¿Qué lo disturba, Mease Imhaet, que tantas jarras de cerveza enanil no puedan remediar?” – preguntó Lorgar.

“Si Imh, ¿qué tienes? No me has regañado por haber descubierto que el Tonto es un excelente instrumento de percusión…” – añadió Miruvore.

“Son las palabras del Oráculo que siguen dando vueltas en mi cabeza… ‘Más allá de cuentos y leyendas… fueron alguna vez hombres, pero ya no más…´ eso me hace creer que están muertos.” – dije en voz alta.

“O que los convirtieron en tlacuaches…” – añadió Miruvore.

“No digas tonterías elfo cilindrero, contigo todas son gatos o conejos o vacas wizard…” – contestó el enano de mal humor.

“… pero sigo tratando de pensar qué es eso que esta frente a mí que necesito quitar.” – dije sin prestar atención a la discusión. – “¿Será algo que no veo en esta misión?, ¿el rey Loren tendrá algo que ver?”

“O simplemente te dijo lo que querías escuchar, palabras sin fondo” – dijo Lorgar. – “Nunca confíes en alguien a quien no le puedes ver la barba.”

“¿Y si más bien era algo un poco más simple? ¿Qué había frente a ti?” – aventuró el elfo.

“El monolito de piedra donde estaba el Oráculo.” – respondí.

“¿Y atrás de eso?” – agregó.

“Una pared elfo larguirucho.” – vociferó el enano. – “¿Qué no has puesto nada de atención?, ahora dices puras incoherencias."

“¡Miruvore eres un genio! – grité. - Debemos entrar a ver al Oráculo de nuevo, ésta noche.”

“¿Lo soy? ... ¡Hay no, no estoy preparado para vivir en una lámpara!” – chilló Miruvore.

“¿Estás loco Imhaet? Tu mismo dijiste que la habitación era cerrada.” – reclamó Lorgar.

“Ustedes no entienden, detrás de esa armadura vi sus ojos, su mirada, el Oráculo de 200 años, él es uno de los Cinco Héroes Olvidados.”

...

Icn Imhaet

Monday, January 09, 2006

La Cámara del Oráculo

Solo el resplandor del sol en el horizonte nos acompañó de camino al Templo, cuatro silenciosas figuras cruzaban las calles. El golem estaba activo cargando la ofrenda que llevábamos para ver al oráculo, tres cerdos, cinco gallinas, una vaca, vinos, especias, joyas y mucho oro.

Grande fue nuestra sorpresa al ver que a esas horas de la madrugada había ya gente ahí, algunos incluso habían pasado la noche sobre el piso de mármol de la escalinata en la intemperie. Cruzamos los grandes pilares que sostienen el techo del recinto y entre dos estatuas de oro sólido, una era un león y la otra un águila.

Las enormes puertas de granito tallado se abrieron ante nosotros y un pequeño sacerdote salió a recibirnos. Era bajo, para un ser humano, pero traía una túnica que arrastraba por el piso, sus vestimentas eran blancas con toques de carmín en los extremos que semejaban las llamas de una fogata, rematando con una gruesa línea dorada. Le presentamos las ofrendas, así como la carta que me había otorgado el rey Loren, y a cambio me dio una pequeña tableta de madera grabada con un símbolo que hacía remembranza a un número.

El sol se encontraba en su cenit para cuando se nos permitió el paso, entramos los cuatro al templo, pero sólo yo fui conducido hasta la sala principal donde se encontraba el oráculo, mis compañeros tuvieron que aguardar en una sala hasta mi regreso, lo que molestó mucho al enano, sin embargo era necesario que se quedasen ahí, pues me fui obligado a deshacerme de todas mis armas y mi armadura, por lo que sólo me atavié de con mi vestimenta de gala.

El templo se construyó a partir de una cámara principal de forma circular dónde se encuentra el oráculo, de ahí se extienden hacia fuera círculos que forman salas y pasillos que conforman las habitaciones de los sacerdotes de éste templo. Tuve que recorrer parte del círculo externo pues el pasillo que da a la sala principal está orientado de Este a Oeste. Mientras caminaba las grandes estatuas y aquellas figuras talladas en los pilares que guardaban el corredor me miraban inquisidoramente, tratando de hacerme sentir como un insecto al cual con un solo gesto podían pisar. Con estos pensamientos veía caminando de regreso a aquellos que habían entrado antes de mi, la mayoría con rostro de confusión, algunos otros envueltos en sollozos y otros más con una sonrisa torcida.

Empezaba a preguntarme si esto era lo mejor que podíamos hacer cuando llegué a la entrada de la cámara del oráculo, se abrieron las puertas y una anciana humana salió con el rostro bañado en lágrimas. – “Su hijo morirá en la guerra, en menos de tres años” – dijo el hombre que la ayudaba a caminar, “pero no hay guerra alguna en el continente” pensé para mis adentros mientras mi guía me daba la seña de que era mi turno de entrar. “Tienes suerte – dijo el clérigo – el oráculo es más generoso cuando el sol se encuentra en lo alto del cielo, toma estos tres granos de oro y aviéntalos en el pozo frente al oráculo”, asentí con la cabeza, hice un profundo respiro y avancé.

Por tercera vez, las puertas de granito se cerraban tras de mí mientras avanzaba por la gran cámara central, la habitación era un círculo perfecto cuyo techo era una bóveda que terminaba con un agujero en su centro por el que entraba la luz, doce columnas soportaban la cúpula que estaba pintada con aceite y oro, donde podía verse todo tipo de criaturas fantásticas y humanos, los cuales parecían sostener con sus manos la figura del sol, en cuyo centro se encontraba el agujero del techo, por el cual a ésta hora, caía una hermosa cascada de rayos dorados que hacían parecer como si sólo el centro de la habitación estuviese iluminado. Ahí, apoyado sobre un pedestal de piedra se erguía un monolito rectangular con una figura caballeresca tallada en el frente.

Al acercarme, me di cuenta que me había equivocado, no era una figura tallada, sino realmente era una armadura que parecía haber sido fundida con la piedra, estaba de pie y con los brazos en cruz, un poco caídos y con las palmas hacia fuera, como denotando generosidad. Frente a la figura había una gran rajadura en el piso que casi dividía la habitación por la mitad, de ahí el suelo exhalaba vapores que enrarecían el aire. Me acerqué y aventé el oro a la abertura, lo que provocó que más vapores de diversos colores salieran expulsados a gran velocidad.

Una voz proveniente de aquella armadura resonó por la habitación, “Bienvenido Imhaet, hijo ilegítimo de los antiguos Icnaí, ¿qué es lo que deseas?”…

Icn Imhaet