Monday, January 09, 2006

La Cámara del Oráculo

Solo el resplandor del sol en el horizonte nos acompañó de camino al Templo, cuatro silenciosas figuras cruzaban las calles. El golem estaba activo cargando la ofrenda que llevábamos para ver al oráculo, tres cerdos, cinco gallinas, una vaca, vinos, especias, joyas y mucho oro.

Grande fue nuestra sorpresa al ver que a esas horas de la madrugada había ya gente ahí, algunos incluso habían pasado la noche sobre el piso de mármol de la escalinata en la intemperie. Cruzamos los grandes pilares que sostienen el techo del recinto y entre dos estatuas de oro sólido, una era un león y la otra un águila.

Las enormes puertas de granito tallado se abrieron ante nosotros y un pequeño sacerdote salió a recibirnos. Era bajo, para un ser humano, pero traía una túnica que arrastraba por el piso, sus vestimentas eran blancas con toques de carmín en los extremos que semejaban las llamas de una fogata, rematando con una gruesa línea dorada. Le presentamos las ofrendas, así como la carta que me había otorgado el rey Loren, y a cambio me dio una pequeña tableta de madera grabada con un símbolo que hacía remembranza a un número.

El sol se encontraba en su cenit para cuando se nos permitió el paso, entramos los cuatro al templo, pero sólo yo fui conducido hasta la sala principal donde se encontraba el oráculo, mis compañeros tuvieron que aguardar en una sala hasta mi regreso, lo que molestó mucho al enano, sin embargo era necesario que se quedasen ahí, pues me fui obligado a deshacerme de todas mis armas y mi armadura, por lo que sólo me atavié de con mi vestimenta de gala.

El templo se construyó a partir de una cámara principal de forma circular dónde se encuentra el oráculo, de ahí se extienden hacia fuera círculos que forman salas y pasillos que conforman las habitaciones de los sacerdotes de éste templo. Tuve que recorrer parte del círculo externo pues el pasillo que da a la sala principal está orientado de Este a Oeste. Mientras caminaba las grandes estatuas y aquellas figuras talladas en los pilares que guardaban el corredor me miraban inquisidoramente, tratando de hacerme sentir como un insecto al cual con un solo gesto podían pisar. Con estos pensamientos veía caminando de regreso a aquellos que habían entrado antes de mi, la mayoría con rostro de confusión, algunos otros envueltos en sollozos y otros más con una sonrisa torcida.

Empezaba a preguntarme si esto era lo mejor que podíamos hacer cuando llegué a la entrada de la cámara del oráculo, se abrieron las puertas y una anciana humana salió con el rostro bañado en lágrimas. – “Su hijo morirá en la guerra, en menos de tres años” – dijo el hombre que la ayudaba a caminar, “pero no hay guerra alguna en el continente” pensé para mis adentros mientras mi guía me daba la seña de que era mi turno de entrar. “Tienes suerte – dijo el clérigo – el oráculo es más generoso cuando el sol se encuentra en lo alto del cielo, toma estos tres granos de oro y aviéntalos en el pozo frente al oráculo”, asentí con la cabeza, hice un profundo respiro y avancé.

Por tercera vez, las puertas de granito se cerraban tras de mí mientras avanzaba por la gran cámara central, la habitación era un círculo perfecto cuyo techo era una bóveda que terminaba con un agujero en su centro por el que entraba la luz, doce columnas soportaban la cúpula que estaba pintada con aceite y oro, donde podía verse todo tipo de criaturas fantásticas y humanos, los cuales parecían sostener con sus manos la figura del sol, en cuyo centro se encontraba el agujero del techo, por el cual a ésta hora, caía una hermosa cascada de rayos dorados que hacían parecer como si sólo el centro de la habitación estuviese iluminado. Ahí, apoyado sobre un pedestal de piedra se erguía un monolito rectangular con una figura caballeresca tallada en el frente.

Al acercarme, me di cuenta que me había equivocado, no era una figura tallada, sino realmente era una armadura que parecía haber sido fundida con la piedra, estaba de pie y con los brazos en cruz, un poco caídos y con las palmas hacia fuera, como denotando generosidad. Frente a la figura había una gran rajadura en el piso que casi dividía la habitación por la mitad, de ahí el suelo exhalaba vapores que enrarecían el aire. Me acerqué y aventé el oro a la abertura, lo que provocó que más vapores de diversos colores salieran expulsados a gran velocidad.

Una voz proveniente de aquella armadura resonó por la habitación, “Bienvenido Imhaet, hijo ilegítimo de los antiguos Icnaí, ¿qué es lo que deseas?”…

Icn Imhaet

4 Comments:

Blogger Korkuss said...

Muy buen texto amigo, esto se pone cada vez más interesante. Felicidades.

11:04 AM  
Blogger Miruvore said...

Una cajita Feliz!!!!!!!!!!!

Es que sonó a "puedo tomar su orden?"

11:05 AM  
Blogger Pech said...

ehhhh

ya vamos avanzando!

Excelente texto

3:45 PM  
Blogger Korkuss said...

Creo que les está diciendo lentos muchachos...

9:52 AM  

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