Tuesday, September 20, 2005

La Emboscada...

Es largo el camino y ya ha probado ser peligroso, aunque he de aceptar que debí haberlo previsto; este tipo de aventuras nunca resultan ser sencillas. Aunque eso es lo que las vuelve interesantes.

El camino se cerraba en la garganta de dos peñascos, el lugar perfecto para la emboscada. Un simple plan, el camino bloqueado y flanqueados con arqueros; aún con disfraces sabían quienes éramos. Dos silbidos del arco de Miruvore cruzaron el aire antes que pudiese alcanzar mi espada y con ellos dos cuerpos cayeron desde lo alto, una trompeta detuvo la lluvia de flechas consecuente, y una voz grave hizo eco en aquel lugar -Mease Imhaet, vengo a escoltarlo a usted y a sus compañeros con mi Señor.-

-¿Y quién es vuestro señor que muestra tal cortesía? - pregunté en voz alta y la respuesta fue un tanto sorpresiva. -El Capitán del Ejército de la Oscuridad.-

¡Vaya nombre! Bueno, sea como sea, acababa de ganar mi curiosidad, así que ordené a Miruvore y a Lorgar que bajaran sus armas, protestaron como era de esperarse, sin embargo no tuvieron más remedio que seguir mis órdenes. Viajamos hacia el Sur durante unas horas, amarrados y despojados de nuestras armas, adentrándonos en un tupido bosque. Había empezado a llover. Finalmente llegamos a un claro donde se había montado un campamento, todos los soldados que ví eran humanos, alrededor de quinientos; ataviados todos con simples pedazos de armadura o cotas de malla pintadas en negro. Por sus rostros aseguro que algunos nunca habían visto a un elfo o a un enano, eso no era un ejército.

Nos llevaron a una tienda situada en el centro del campamento, era más grande y adornada que cualquiera a su alrededor. En la entrada había dos guardias con cascos y lanzas con ornamentos que no reconocí. Se nos hizo hincarnos ahí mientras que aquel que nos capturó entraba a la tienda. Miruvore no dejaba de esculcar los alrededores con su aguda vista, mientras que Lorgar no dejaba de refunfuñar. Yo, por mi parte, estaba impaciente de ver a aquel dueño de tan ostentoso nombre.

Al poco rato las dos figuras salieron de la tienda, nuestro anfitrión estaba vestido con un peto, unos guantes y un casco con careta, también con formas y adornos que no reconocí y completamente en color negro. el hombre se dirigió directamente a mí y sin decir una palabra lo primero que hizo fue lanzarme un tremendo golpe a la quijada, golpe que me hizo caer al lodo. Me levanté de nuevo sólo para recibir un segundo golpe.

-Mease Imhaet, he esperado muchos años para éste momento y ver el rostro de aquel que me quitó todo lo que poseía.- En ese momento se quitó el casco y debajo de él estaba el rostro de un humano de unos 35 o 40 años, no sabía quién era; hace años que no combato con humanos. -¿Confundido? ¡Hace treinta años mataste a mi padre!

En ese momento recordé. -Tu padre atacó mi ciudad primero, él fue un mercenario que liberó monstruos que mataron despiadadamente a mi gente, y así quedarse con nuestros tesoros. Al final él fue víctima de su propia codicia, y parece que se repetirá la historia.- -¡Cállate, eso no cambiará tu muerte ni la de tus compañeros! ¡Saqueen su carreta y entréguenme lo que encuentren!... Ahora morirás semielfo.-

Y por fin oí las palabras que estaba esperando: "Señor, ¿qué hacemos con la 'armadura' ésta?" -Idiota! ¡Eso no es una armadura!- 'Muy tarde para ti Capitán del Ejército de la Oscuridad', éste pensamiento se ahogó en la fuerza de mi voz -¡TONTO, ATACA!-.

A partir de ese momento todo transcurrió como solo puede saber alguien que ha estado en batalla, Miruvore cortó la soga que nos sujetaba con un pequeño cuchillo escondido en su guante, mientras yo lograba tirar al suelo a nuestro captor con un golpe en la rodilla. Lorgar se abalanzó con fuerza contra los guardias cercanos a nosotros, mientras que el Golem se ocupaba de todos los que no se habían quedado petrificados al ver la gran armadura moverse sola. Miruvore se concentró en los vigilantes dentro del bosque mientras que yo esquivaba y contratacaba los cortes que lanzaba contra mí, hasta que, con un buen movimiento logre quitarle y quedarme con la espada.

La lucha no duró tanto como pudo parecer, la mayoría de los soldados huyó al ver al Golem, los que quedaron fueron fácilmente sometidos por mis dos compañeros y al tener a su Capitán con el filo de su espada en su garganta el ímpetu de la lucha se detuvo. Sin embargo, en un último intento desesperado por huir, el Capitán se clavó a si mismo con la punta de su propia espada, terminando con su vida.

Las armas cayeron al piso al mismo momento y la calma consecuente fue total, posteriormente un hombre viejo se acercó a mi y me contó que él y su pueblo fueron reclutados para formar parte de un ejército; también me dijo que ellos sólo lo hicieron por las promesas de alimentar a su gente. Me ofrecí a cuidarlos en el viaje de regreso. Sin embargo, esto nos tomó más tiempo de lo previsto y nos hemos retrasado demasiado. Unos días y llegaremos por fin a ver al Oráculo.

Icn Imhaet